It is Polyglot Tuesday -- Martes multilingüe. Bringing invertebrate goodness to a wider audience! Read this article in English.
Hoy es ‘Polyglot Tuesday’ -- Martes multilingüe. ¡Presentamos artículos colmados de invertebrados a un público más amplio!
Antes de que Jamie Baldwin-Fergus estudiara la visión en los crustáceos, se encontraba en una misión autoproclamada de salvar el mundo. Después de su licenciatura en biología de la Universidad Estatal de Illinois, ella comenzó estudios de postgrado en un programa de ecotoxicología en la Universidad de Wisconsin – Madison. El interés de Jamie en la ecotoxicología se debía a las historias que le habían contado sus padres sobre el infame incidente de 1973 sobre la contaminación de alimento para ganado con polibromobifenilos (PBB) en Michigan. Los padres de Jamie estaban viviendo en Michigan durante ese tiempo. Para cuando la causa de la contaminación fue descubierta, la mayoría de los residentes de Michigan, incluyendo los padres de Jamie, habían consumido carne, leche y productos lácteos contaminados. En contraste al programa de ecotoxicología en Wisconsin, el cual se encontraba a solo un estado lejos de casa, el océano y la carrera de biología marina con las cuales ella soñaba de niña, parecían tan distantes como imposibles.
Sin embargo, durante su primer semestre en la Universidad de Wisconsin, Jamie empezó a cuestionar su interés por obtener una licenciatura en ecotoxicología. Siendo una estudiante universitaria había participado en un programa de verano de Experiencia de Investigación para estudiantes universitarios en el Laboratorio Biological MDI, en donde ella estudió la osmorregulación de peces de agua salobre. La disparidad entre el trabajo de laboratorio en su programa de ecotoxicología y la oportunidad que le esperaba en la Universidad Duke, donde el profesor Sönke Johnsen le había ofrecido un lugar, era profundamente notable. Entonces, más tarde ese año, Jamie empacó y se dirigió a la costa este, donde inmediatamente se inscribió en el programa de biología de Duke, con el fin de convertirse en una bióloga marina.
Ahora, años después, Jamie es una investigadora exitosa en el área de ecología visual. Ella trabaja con anfípodos hyperiidos, los cuales llama “animalitos divertidos y gruñones.” Ha colaborado con otros investigadores en la estación de campo del Smithsonian en Carrie Bow Cay en Belice y ha visitado el océano con el Instituto de Investigación del Acuario de la Bahía de Monterey (MBARI) para recolectar especímenes para su trabajo. En particular, los anfípodos hyperiidos le parecen fascinantes porque, aunque han sido identificadas 250 especies, los científicos aún no saben mucho sobre su ecología o su historia natural. Además, estos animales tienen una gama increíble de adaptaciones ópticas para la vida en la columna de agua profunda.
Para su trabajo con estos crustáceos diversos, Jamie examina la fisiología y morfología de sus sistemas de visión. Un objetivo de su trabajo es determinar la sensibilidad espectral (es decir, la sensibilidad a los diferentes colores de luz) de varias especies que viven en distintas profundidades del océano. Para lograr esto, los especímenes son recuperados del océano usando redes de arrastre de fondo y luego son mantenidos en obscuridad total durante 12 a 24 horas. Después, los ojos de los animales son cortados en secciones delgadas usando un criostato. Usando un microscopio especial, acompañado con un espectrómetro, se proyecta luz a través de las secciones delgadas de los ojos en incrementos de 1-nm, abarcando ese espectro de luz visible (300-800 nm). El sistema de microespectrofotometría hecho a la medida registra las intensidades de las longitudes de onda transmitidas y absorbidas, permitiendo que Jamie pueda determinar los colores de luz que pueden ser percibidos por cada especie. Sin embargo, para poder entender completamente lo que puede ver un hyperiido, Jamie tiene que tomar en cuenta el espectro de luz al cual el organismo estaría expuesto en su entorno. Para este aspecto de trabajo, se combinan las medidas de calidad de agua con registros subacuáticos de espectros de luz, variando de la superficie del agua hasta profundidades bajo 500 m. Después Jamie utiliza un programa de modelización que puede reproducir el entorno submarino de la luz para localidades específicas a cualquier tiempo del día, profundidad, o condición climática. Cuando son emparejados con las especificaciones del sistema visual de un espécimen, estos modelos pueden usarse para estimar las capacidades visuales de la especie en su entorno. La técnica de Jamie brinda la oportunidad para que los científicos puedan ver el mundo como posiblemente el animal lo ve.
Últimamente, Jamie espera estudiar 10 especies diferentes de anfípodos hyperiidos utilizando este método. Su trabajo en esta área representa un intento fascinante de correlacionar adaptaciones en la morfología de los ojos con habilidades visuales. Una vez que haya recopilado los datos necesarios, Jamie podrá hacer predicciones sobre la percepción y las actividades de otros hyperiidos. En el futuro, Jamie espera encontrar un puesto permanente que le permita continuar su trabajo con crustáceos marinos. Aunque Jamie escogió seguir una trayectoria de investigación básica en biología marina, en lugar de una carrera en ecotoxicología, ahora comprende qué tan importante es su trabajo para el medio ambiente y también para la salud de las especies que viven en el océano así como para los humanos, que dependen de el océano para su sustento.
“Para poder conservar nuestros océanos y ser buenos guardianes, debemos primero entender a los animales y al ambiente que aspiramos proteger. Es difícil llegar al mar profundo y es difícil encontrar a los animales, pero debemos seguir intentándolo para poder seguir investigando estas preguntas básicas.” Dicho de otra manera: parece ser que Jamie, en muchas formas, sigue verdaderamente con su misión de salvar el mundo.
Por Liz Boatman. Traducido del inglés al español por María Robles González
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