Todos los biólogos que se especializaron en el estudio de los invertebrados ya han oído esta vieja canción: " ¿porqué trabajas sobre los pepinos de mar? ¡Están demasiado feos, sucios, inútiles!". De hecho, por mucho tiempo la biología se limitó al estudio de especies directamente "útiles": los caballos, el ganado, la caza, las verduras, las hierbas medicinales y de vez en cuando algunas amenazas potenciales como el lobo[1]. Todos nuestros museos y jardines botánicos fueron dedicados durante mucho tiempo al estudio de estas especies útiles ante todo, y a la aclimatación de especies exóticas. Con todo y eso, progresivamente, la curiosidad natural y el descubrimiento de utilidades insospechadas en especies consideradas antes como inútiles, incitaron los científicos a estudiar especies cada vez menos comunes, hasta que estén todas incluidas en el famoso arco de Linneo, el Systema Naturae (1735).
Antes de él - y todavía un poco después - el conocimiento científico de los invertebrados era increíblemente pobre en Europa, mientras que estos animales ya eran bien conocidos en otras culturas, particularmente en Japón (que tenía menos mamíferos grandes)[2].
Sin embargo, el mismo fundador de la biología, el filósofo griego Aristóteles, ya se había hecho el abogado del estudio de todos los seres, descuidados de algún valor utilitario directo, hasta en los menos notables. En la introducción al quinto capítulo del primer libro de las Partes de los Animales, podemos así leer:
“Pero puesto que de la cosas celestiales ya hemos tratado, exponiendo lo que nos parecía, queda por hablar de la naturaleza vivientes, no dejando de lado nada, en la medida de lo posible, sea humilde o elevado. E, incluso en los seres sin atractivo para los sentidos, a lo largo de la investigación científica, la naturaleza que los ha creado ofrece placeres extraordinarios a quienes son capaces de conocer las causas y sean filósofos natos.
Sería, pues, ilógico y absurdo que, si nos alegramos contemplando sus imágenes porque consideramos el arte que las ha creado, sea pintura o escultura, no amásemos aún más la observación de los propios seres tal como están constituidos por naturaleza, al menos si podemos examinar las causas.
Por ello es necesario no rechazar puerilmente el estudio de los seres más humildes, pues en todas las obras de la naturaleza existe algo maravilloso. Y lo mismo que se cuenta que Heráclito dijo a los extranjeros que querían hacerle una visita, pero que, cuando al entrar lo vieron calentarse frente al horno, se quedaron parados. Pero los invitaba, en efecto, a entrar con confianza, pues también allí estaban dioses. Igual hay que acercarse sin disgusto a la observación sobre cada animal, en la idea de que en todos existe algo de natural y de hermoso.
[…]
si alguien considera que el estudio de los otros animales es despreciable, es preciso que piense también del mismo modo sobre el estudio de sí mismo, pues no es posible ver sin mucho desagrado de qué está constituido el género humano: sangre, carne, huesos, venas y partes semejantes. De igual manera, al discutir sobre cualquier parte u objeto, se debe considerar no hacer mención de la materia, ni hacer el estudio en función de ella, sino de la forma total, como, por ejemplo, se habla de una casa, pero no de ladrillos, mortero y maderas. También en lo que concierne a la naturaleza se debe hablar sobre la composición y sobre el ser total, pero no sobre los elementos, que no se dan nunca separados del ser al que pertenecen.”
Estas palabras son las de un hombre quien, hace cerca de dos milenarios y medio, describió en detalle centenas de especies vivas, y las nombró (como el holoturoideo, un nombre todavía misterioso que utilizamos para los pepinos de mar, aunque designaba probablemente al principio tunicados[3]), probó que las esponjas son animales y que los delfines son mamíferos, y dio su nombre al aparato bucal de los erizos de mar a través de una metáfora pintoresca, comparándolo con un farol griego que se habría quitado su piel.
¡Por eso, ciertos sabios locos decidieron dedicarse al estudio de animales insignificantes sin vértebras! ¡Por eso también sabemos hoy que las langostas-mantis tienen los mejores ojos del reino animal, que ciertos moluscos son capaces de hacer la fotosíntesis como las plantas, que los lombrices está lejos de perjudicar la agricultura, que se puede extraer una proteína maravillosa y fluorescente de una medusa, o que los tardígrados son capaces de sobrevivir en el espacio! Las maravillas de la naturaleza están por todas partes, e incluso dónde no se las espera: basta con saber mirar bien.
-- Frédéric Ducarme
Museo Nacional de Historia Natural (Paris)
Para saber más sobre eso sobre la anécdota de Heráclito:
Pavel Gregoric (2001), “The Heraclitus Anecdote: De Partibus Animalium i5.645a17-23”, Ancient Philosophy 21.
Para saber más sobre eso sobre el rodeo hacia las especies carismáticas:
Ducarme, F., Luque, G. M., & Courchamp, F. (2013). What are “charismatic species” for conservation biologists? BioSciences Master Reviews, 1, 1–8.
[1] Para convencérselo, hay que leer la famosa Historia Natural de Buffon (36 vol., 1749-1804).
[2] Leer por ejemplo la recopilación de haikus sobre el tema de los pepinos de mar, reunidos por Robin D. Gill : Rise, Ye Sea Slugs!, Paraverse Press, 2003.
[3] Alexander M. Kerr, « A Philology of Òλοθóυριου : From Ancient Times to Linnaeus, including Middle and Far Eastern Sources », University of Guam Marine Laboratory Technical Report, no 151, 2013
no se trata de eso porq no salen cuales son los 31 trados del estudio de los invertebrados
Posted by: eliana | 25 August 2015 at 08:37 PM